martes, 17 de abril de 2018

Teoría fascinante II



Imagínate por un instante
que la vida
fuese efectivamente un sueño,

que, por ejemplo, puedes permitirte el lujo
de saltar al vacío desde 1000 metros de altura
y parar la caída y remontar el vuelo
como un águila real,

o que posees el don de la ubicuidad
y si te apetece amanecer mañana
al lado de esa mujer
a la que deseas desde hace tanto tiempo,
puedes hacerlo,

 o que eres el jefe de tu jefe,

o, qué sé yo, que tienes

el número de teléfono de Dios.

 Imagínatelo, imagina por un instante
qué harías en ese caso 
con tu vida: 
                                                 todo el santo día
buscando precipicios
o acantilados,

y amaneciendo junto a la misma mujer
(que, te dirías entonces, tampoco era para tanto),

y vengándote de tu jefe
-que ya no lo sería, ahora serías tú el cabronazo-,

y, lo peor de todo,
llamando cada dos por tres a Dios,
sin poder evitarlo,
y cada vez más aterrorizado
de escuchar al otro lado de la línea
que ha decidido llamarte a su lado.

(con la colaboración de Karmelo C. Iribarren)

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